La comprensión no del
dolor, decías,
sino del tedio
es –aparte de leer
hablar
fumar–
lo que Maude
Blessingbourne
deseaba cuando, al levantarse,
“se acercó a la
ventana como para ver
qué era lo que en realidad sucedía”;
Y vio la lluvia caer,
a lo lejos
más
lentamente,
el camino despejado al otro lado del cristal
de la ventana–
de ese mundo, azotado
por el clima, con el
que compartimos el siglo.
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